La obsesión por la lista perfecta
Cualquier juego es competitivo. Incluso aquellos que son, en teoría, cooperativos. En algunos, para ganar, tienes que "perder amigos". Todos nosotros hemos vivido partidas en las que al menos un par de jugadores terminan tan picados el uno con el otro que casi se pegan. El Machiavelli o el Munchkin son buenos ejemplos de esta clase de juegos, en las que la clave de la victoria pasa por dar la puñalada trapera a otros jugadores. Y no todos lo llevan bien (¡Yo lo llevo fatal! ¡Me pico muchísimo!) Si esto sucede en partidas "amistosas", es incluso más grave cuándo hay un premio de por medio. Ha sido en torneos dónde he visto las peores discusiones entre jugadores.
Una de las formas de optimizar las posibilidades de victoria en un torneo consiste en construir una lista de ejército perfecta, imbatible. En realidad, no estoy muy seguro de que esa lista ideal exista, pero no por ello dejamos de buscarla. El problema que le veo a esta clase de listas es que son, en mi opinión, aburridas, tanto a efectos de juego como de hobby. Cuando en un torneo de Flames of War, por ejemplo, ves que prácticamente todas las listas alemanas están compuestas por los ubicuos Koenig Tiger y Pumas, o las americanas por M10, te das cuenta de que algo falla en el sistema ¿Es posible algo distinto? ¿Es viable, como lista de torneo, construir un ejército más "histórico" (o con trasfondo, si hablamos de Warhammer)?
Hobby, diversión y competición
Si dejamos a un lado a los que los anglosajones llaman power-gamers, esto es aquellos jugadores cuyo único objetivo es ganar torneos, creo que sí es viable preparar ejércitos bonitos y variados -o históricamente correctos, si ese es tu deseo- y que al mismo tiempo puedan batirse bien en torneos. Cuando preparo una lista de ejército mi objetivo es doble: por una parte, que las unidades que voy a incluir me resulten interesantes, bien por la estética de las miniaturas, bien por su historia/trasfondo, bien por una combinación de ambas cosas; en segundo lugar, intento que sean competitivas, y es que no hay nada más frustrante que dedicar horas de esfuerzo a pintar una unidad que luego resulta inútil en la mesa de juego.
Ojo: tened presente que la utilidad/inutilidad de tus unidades depende también de las sinergias que genera con otras tropas, amigas o enemigas. Por ejemplo, una unidad de cinco Elegidos del Caos con cinco rifles de fusión es poco rentable si vuestro oponente no tiene vehículos ni infantería pesada, o si no tenéis manera de maniobrar con ella hasta una posición óptima; sin embargo, contra listas mecanizadas o si la podéis infiltrar, se convierte en una unidad mucho más efectiva. Cuando incluyáis unidades especializadas en una función concreta (antitanque, antinfantería, etc) tened presente que estáis entrando en un juego de piedra-papel-tijera: sólo os servirán si vuestro enemigo opta por una lista vulnerable a la vuestra. El corolario es evidente: las mejores listas son las que están equilibradas, y que os valen lo mismo para un roto que para un descosido.
Conclusiones
Los torneos provocan distorsiones en la construcción de listas de ejército. En los sistemas de juego de trasfondo histórico, como sucede con el Flames of War, estas distorsiones son más notorias. A aquellos que como yo somos unos "pedantes" de la Historia esas listas nos chirrían. Por otra parte, tienen la ventaja de ser un entorno único para probar tus habilidades contra jugadores con los que normalmente no puedes interactuar. En torneos he jugado algunas de las partidas más entretenidas de mi vida; mientras que en algunas de las más tensas y desagradables han sido partidas presuntamente "amistosas".
Ahora bien, no nos engañemos a nosotros mismos: mucho antes de que empresas como Games Workshop popularizasen los torneos, los jugadores ya maximizaban sus ejércitos. Yo empecé jugando napoleónicos. ¿Adivináis que unidades estaban presentes en todos los ejércitos que veía en las mesas de juego?: la Guardia Imperial, los coraceros, los cañones de 12 libras, el 95 de Rifles... todas y cada una de las unidades de elite que os podáis imaginar. En el fondo, no tiene que ver con jugar torneos, sino con la mentalidad competitiva de los que nos dedicamos a este hobby.
¡Que Fortuna os sea propicia!
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